La representación de la sexualidad no conoce fronteras. Tema sensible y en teoría íntimo, impregna con su presencia todas las cinematografías y todos los géneros. Incluso su ausencia realza su protagonismo. Pero si todo el cine contiene su dosis de sexo, un segmento de la producción lo convierte en bandera. Con mayor o menor explicitud, según los tiempos y las censuras, las políticas y los públicos, puede hablarse con propiedad de un cine de sexo más o menos vitaminado, que recorre tanto los ámbitos del cine comercial cuanto el territorio que se le consagra como santuario.
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